Teo y su madre Lola «Del Todo y la Nada»

“Teo es mi todo. Es bueno en hacerme sonreír y también en hacerme llorar. El amor que despertó en mí es algo que no podría habérmelo imaginado. Cuando nos dieron su diagnóstico yo sólo deseaba que cayera una bomba nuclear y nos muramos todos. Luego, ves las ganas que tu hijo le pone a la vida y ni quieres pensar en la muerte. La vida es valentía, alegría, fuerza. Teo tiene todo.

Al lado de su escuela hay otra escuela para niños y niñas sin diversidad funcional y muchas veces, especialmente en los días de lluvia, muchas madres y padres aparcan en los sitios destinados a nuestros hijxs… “Son cinco minutos”, nos dicen, pero no piensan en cómo esos cinco minutos repercuten en nuestro día. Todo en los cuidados de nuestros hijos lleva más tiempo y lo común es llegar a la noche agotada habiendo sorteado muchísimos obstáculos. 

La mayoría de las personas no nos ven, o prefieren no vernos. Está tan incorporado el menosprecio a la discapacidad, que es como si somos nada, como si no existimos.

Mi hijo, nada. Mi tiempo, nada. Nuestro lugar, nada. Por mucho que nos pongan una señal de tránsito, por mucho que formemos parte de una comunidad grande que también entra y sale de una escuela, tan cerca y tan lejos de la otra, con la indiferencia, con la desconsideración, logran hacernos invisibles.

Me siento cuidada por el papá de Teo, por Teo y por nuestra hija pequeña. Pero yo me cuido poco. Priorizo siempre a mis hijos. No sé pedir y me cuesta mucho delegar.” Lola