Quim tiene seis años. Acostumbraba a sonreír y disfrutaba mucho de jugar con su hermano Denís pero lleva dos semanas en estado terminal y toda la familia lo mima en el paso a su muerte.
Mientras le susurro a Quim mensajes que acompañen su viaje, me anticipo al vacío que dejará en su casa su partida: colchonetas, pelotas, juguetes, sillas de ruedas, bipedestadores y demás equipos ortopédicos, dejarán lugar a la nada. Cuánto tiempo, trámites, dinero y energía, lleva conseguir cada una de estas cosas imprescindibles para el bienestar de nuestros niños, y qué pronto desaparece todo tras su ausencia. La casa se hará grande y el tiempo se volverá muy lento. Cuánto mueve y cuánto llena la frágil y rotunda presencia de Quim.
Esther y David acompañan el destino de sus hijos: Acompañan a Quim que con seis años se acerca a la muerte. Acompañan a Denís, que con sólo cuatro tiene que asimilar el ciclo de la vida y acompañan a Irina que crece en el vientre materno como promesa de futuro y de todo el camino que queda por andar.
Sostener la vida y sostener la muerte y que todo quepa y se nutra en el mismo regazo, en el corazón de la familia.
David, Esther, Quim y Denís han contado siempre con el apoyo diario de los abuelos para compartir las tareas de cuidado. Mientras hago las fotos percibo el dolor por partida doble que sienten ellos. A nuestros hijos e hijas sólo queremos ahorrarles cualquier sufrimiento, cuánto más evitarles un dolor tan tremendo como el de tener que afrontar la muerte de sus propios niños.
Por primera vez no me animo a pedir una foto. Ese abuelo alto y fuerte, ese abuelo montaña y roca, parece que se desmorona y sólo se puede ofrecer respeto frente al dolor de quien se rompe. No dudo que volverá a componerse, aún más fuerte, aún más sólido, pero ahora el dolor es demasiado grande.
En este mismo espacio donde hoy hablamos en voz baja para no molestar a Quim, volverán a brotar risas y habrá lugar para muchos festejos. La muerte y la vida. Despedidas y bienvenidas que se suceden dejándonos el corazón flexible para que quepa aún más y más amor.
Nota: Quim murió tres días después de hacer estas fotos. Su familia lo despidió en casa y en su jardín plantaron un olivo sobre sus cenizas. El recuerdo de Quim seguirá vivo.