Neuquén y sus hermanos: «Sobre Esperanza de vida y Valor Social»

Durante la etapa de confinamiento como medida de prevensión al Covid19, los criterios de ingreso a la unidad de cuidados intensivos estuvieron basados en dos parámetros: “esperanza de vida” y “valor social”.

“Esperanza de vida”: Los médicos pueden equivocarse. Se nos dijo que la de nuestro hijo sería de 2 años y hoy tiene 20. En estos años he aprendido que no somos, ni seremos los únicos con esta experiencia.

“Valor social”: mucho de lo que soy y todo lo que hago está inspirado en la aventura de ser su madre. Juzgar el valor social de mi hijo (o de cualquier otra persona total o parcialmente dependiente) es juzgar el valor social de todo su entorno, es decir juzgar el impacto que su vida ha tenido, tiene y tendrá, en todos los que de alguna manera están tocados por su existencia…

Son muchas las historias, incluso de desconocidos, que han surgido gracias a lo que mueve nuestro hijo aunque no pueda dar un solo paso. Su mera presencia nos moldea. Nos motiva a hacer lo que él no puede y a iniciar aventuras que antes de él, nos hubieran parecido imposibles. Nos enseña a no quejarnos por tonterías, desarrolla la empatía y también la paciencia, sacude la pereza, inspira.

En momentos desgastantes, reconforta. Su mimo nos cuida y regenra. Ayuda a poner siempre el foco en lo importante. Nos abre a la oportunidad que puede residir en el misterio. Nos cuestiona, nos impulsa a aprender, a olvidar, a confiar, a entender, a comunicar de otras formas, a crear…Nos humaniza, porque conecta con la ternura, con el sostén, con el amor reflejado en el cuidado, con el placer de las pequeñas cosas, de las cosas sin precio, los afectos, el mimo, el regalo de los sentidos, lo que es…

Duele demasiado ver que hoy, todo lo que hemos conseguido en base a años de visibilizar la valía de cada ser, la necesidad de equidad en las oportunidades, el trato, la consideración, los derechos…pueda perderse en sólo 7 días.

Duele demasiado la banalidad de la crueldad y la deshumanización – por protocolo – de quien cuenta con el poder de ayudar.

Duele demasiado la urgencia de sentir que hay que justificar la “valía social” de las personas. Se me atragantan las lágrimas y las palabras y la impotencia en la boca.

Los 18 años (y más) disfrutados y burlados a la “esperanza de vida” son y serán para siempre motivo de victoria.

El “valor social” no puede quedar supeditado a la productividad ni al capacitismo. “El valor social” no depende de una persona, sino que es intrínseco a ella. El “valor social” lo tiene en alza aquella sociedad que responde con equidad y diligencia a todas las personas, especialmente a las más vulnerables.

Duele demasiado que Europa, a parte de virus, tenga amnesia.
Una vez más, tendremos que volver a empezar.