El piso de Leonor es amplio y luminoso. Está decorado con atención. Ha combinado los colores y ha incluido detalles como pequeñas lucecitas que cuelgan de las plantas que denotan su esmero.
Leonor está orgullosa del trabajo que hace, le gusta su casa, disfruta de vivir sola y se siente a gusto con el cariño casual y cotidiano que al verla, le proporciona la gente del barrio.
Tiene el apoyo de Aurora, una vecina que vive en su mismo edificio y pasa a visitarla cada día. La relación aporta una buena dosis de risas y la tranquilidad de saber que hay una amiga cerca en caso de necesitarla.
También está bajo el amparo de Alzheimer Catalunya Fundació, quienes han activado un servicio de atención a domicilio para que un par de días a la semana, Leonor tenga un seguimiento que pueda solventar cualquier problema, realizar un mantenimiento del hogar, proporcionar medicación o terapias y ayudarla en todo lo que pueda hacerle falta. El propósito pautado es lograr que Leonor pueda seguir disfrutando de vivir tal como ella quiere: sola.
Leonor ha conocido momentos difíciles, ha trabajado muchos años para conseguir un bienestar y ha visto también mermar su patrimonio. La convivencia con distintas personas en años anteriores le ha supuesto más estrés que alegrías, y ahora, a punto de llegar a los 90, enfatiza el alivio que siente al ser independiente.
«Yo tengo a mi marido ahí –me dice mientras señala a lo lejos una fotografía– y a veces lo miro y le digo: “Ahora. Ahora, soy feliz”».
Me mira seria, desafiante, optimista y asertiva. Sabe lo que quiere y lo que ya no está dispuesta a tolerar.
«¿Tú sabes lo importante que es llegar a mi edad y por primera vez sentirme tranquila?». -Leonor